Timi Tom siempre tuvo curiosidad por las pequeñas cosas del mundo, andaba metido en osadas excursiones. Una mañana se halló envuelto en una contemplación al aire libre. Pues, una fuga de agua improvisó un pozo pequeño en una parte de la calle. Emocionado miraba los microscópicos granitos de arena que subían y bajaban debido al efecto lupa que producía la luz solar sobre el agua.
Ese mismo día terminó con una esferita embutida en su estómago… A él, le gustaba tirarse al suelo para ver las formas que bosquejaban las nubes. En ese instante comenzó a lanzar una canica al aire que agarraba con las dos manos. Al tiempo, observaba detenidamente un avión que surcaba los cielos y que coloreaba una perfecta línea blanca sobre el fondo azul. De lance en lance, la canica atravesó sus manos, rosó su boca, hizo a un lado sus dientes y resbaló como efecto columpio por su lengua… ¡Se la tragó!
En otra ocasión, terminó con una herida en la coronilla, pues una daga casi le parte la cabeza en dos. Ya se podrán imaginar cómo acabó esa herramienta en su cabezota. Timi era completamente una sin fin de aventuras solitarias y patéticas.
Tuvo momentos emotivos en vida, que le permitieron cierta felicidad. Como cuando ingreso a la universidad. Donde pensaba desarrollar búsquedas para trastocar el orden de las cosas.
Un domingo tropezó con una de las puntas de su biblioteca mientras buscaba el libro sobre una comedia satírica en la que se mezclaban las referencias a Macbeth; con los excesos de un monarca tan tirano como cobarde, cuya trama daba lugar a situaciones llevadas hasta el absurdo. Sintió un golpe seco en su cabeza, jaqueca de inmediato. Frotó las yemas de sus dedos para apaciguar el dolor, notó que la herida estaba abierta de nuevo. Esa noche no consiguió dormir, así como muchas otras noches, cuando se develaba escribiendo en su procesador.
Ahora, quiero contarles la historia de Jazmín. Una estudiante de neurología en la prestigiosa Universidad Oliver Sacks. Ella estaba investigando el extraño caso de un hombre que sufría de propiocepción. Se trataba de un profesor de música que cada vez que despertaba, se levantaba asustado porque sentía la presencia de un miembro extraño en su cama, lo empujaba del catre y él resultaba tirado en el suelo, mirando ofuscado una pierna peluda que le parecía ajena y extraña.
Eventual y misteriosamente, Timi y Jazmín estaban destinados a encontrarse en algún momento de sus vidas. Ocurrió una semana de verano, cuando el pasto crece frondoso y verde. Ella estaba leyendo un libro sobre patologías neurológicas del cerebro; mientras él, estaba repasando sus lecturas sobre Alfred Jerry. A Timi le gustaba caminar cuando leía, pues de esa manera se concentraba mejor. Tropezó inconscientemente con el mantel que Jazmín había extendido sobre el césped. Al principio, ofuscada intento ignorar al impertinente. Sin embargo, a medida que Timi avanzaba caminando por el terreno sin percatarse de lo sucedido, a ella le pareció que algo extraño debía tener ese hombre. Entonces, le tomó por el brazo para señalarle que no sólo le había interrumpido la lectura sino que le había arrugado su preciada tela.
Él, absorto, no comprendía lo sucedido. Reparó en el paño y comprendió la situación en su totalidad. Ofreció disculpas y sin mediar presentación alguna reprendió a su pierna, como quien regaña a una mascota con cierta insinuación de violencia. Jazmín quedó absolutamente interesada en Timi. Estaba estupefacta por su reacción y le preguntó:-¿Cómo era aquello posible, regañar y estrujar a un miembro del cuerpo de esa manera?- Timi, se sintió apenado, comentó que estaba estudiando dramaturgia en la facultad. Y a causa de ello, debía improvisar situaciones patéticas en situaciones cotidianas. Por lo cual, estaba caracterizando un doctor enfurecido con su aprendiz porque no sigue los procedimientos indicados en un experimento de vida o muerte.
Jazmín miraba fascinada y atenta el rostro de Timi, mientras éste continuaba con su exposición. Ella lo invitó a sentarse en el tejido que separaba del verde pasto. Él con titubeos decide aceptar la cordial petición. Cuida mucho de no demostrar su congoja por la improvisada argumentación ante la situación anterior. Entonces, ella decide contarle que la reprimenda a la pierna le recordó un paciente que estaba investigando. Se trataba de un pobre hombre que todas las mañanas se despertaba ofuscado con su muslo izquierdo porque no lo sentía como propio sino como una bizarra imposición.
Ahora, Timi observaba extasiado a Jazmín. La forma en como se expresaba, la información y los datos que le dibujaba con sus labios le parecían llenos de sentido. No entendía claramente a qué se refería la mujer con su problema de investigación pero el entusiasmo bastaba para entablar una conversación amena. Una vez que ella cesó de contarle el resumen de su exploración, él realizó su apresurada intervención. Preguntó – ¿Cómo era posible que sucediera tal cosa?- Timi conocía el lado bizarro de la vida pero nunca se había encontrado con una situación similar o parecida.
Durante el desarrollo de la conversación los dos sentían que iba creciendo una extraña atracción, al parecer existían aspectos de la vida que los conectaba; como la soledad, el aislamiento y la curiosidad. Sin embargo, a medida que conversaban, también intuían momentos en que se alejaban. Eran dos granitos de arena empujados por la fuerza del agua dirigiendo su rumbo a geografías opuestas.
Continuaron dialogando sobre sus experiencias de vida hasta que el sol comenzó a ponerse. No reparaban en elogios y críticas para sus intereses de exploración. Eran dos viajeros en el tiempo y el espacio que se contaban las travesías y los desafíos que los habían puesto en el punto en el que estaban. Sentados sobre un mantel complejo, dos extraños fluctuaban entre el ánimo, la curiosidad y la expectativa; así como entre el hastió, la intranquilidad y la saturación.
El encuentro furtivo estaba llegando a su fin.
Por una parte, Jazmín tomaría el metro elevado que la llevaría hasta su casa, al sur de la ciudad. Ella transportaría consigo los gestos, las palabras y las ocurrencias de Tim. Por otra parte, Tim se llevaría consigo las imágenes que dibujaban el rostro de la mujer, su alisado cabello y su exacta mirada, casi penetrante. En el momento de la despedida, concluyeron que ninguno tenía la última palabra sobre sus propias indagaciones. Sin embargo, se necesitaban mutuamente. Incluso, un próximo y anhelado encuentro era impostergable.
De regreso a casa Tim comprendió algo que no era evidente antes, o que quizá lo era pero no había reparado en ello. La herida en su cabeza ahora la percibía como una pisada en la nieve o como escritura sobre la madera. Fraguaba el pretexto para el próximo encuentro. Inclusive, llegó a fantasear con la posibilidad de tener una familia, y al fin terminar su tesis.
John Vargas Espitia.