SEDUCCIÓN – Por Juan Carlos Torres L.

La siguiente historia está basada en hechos reales, cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia. Los nombres originales se preservaron por respeto a la memoria de las víctimas y de los sobrevivientes.

 Adrián estaba sentado frente al tablero mirándolo fijamente, aunque en realidad no lo veía. Sus pensamientos repasaban una y otra vez la forma en que había aceptado entrar a esa maestría ¿qué hacía un ingeniero químico tratando de entender la economía? En fin, por qué no, después de todo era un tipo bastante inteligente. Eran apenas las primeras clases, pero ya se sentía lo suficientemente confundido, nada parecía interesarle. Ese día se incorporaba un profesor nuevo, todos lo esperaban con muchas expectativas por sus amplias credenciales. A Adrián no le importaba, en últimas era solo otro economista que lo confundiría.

El profesor llegó tarde, era más joven de lo que pensaba y pronto sus ejemplos captaron su interés. Pero eso no fue lo mejor de ese día. Unos minutos después la puerta se abrió con timidez y despacio, como quién hace una picardía entró la chica más bella que Adrián jamás había visto, la luz del sol a su espalda la hacía parecer una ilusión, su cabello rojo y largo se movían en cámara lenta y una sonrisa amplia, con mucha nobleza resaltaban los rasgos delicados de su rostro.

-Qué ojos tan bellos -Pensó Adrián- eran negros y profundos, misteriosos, pero fascinantes.

La chica se sentó junto a Adrián, los demás no le dieron mucha importancia, parece que no era tan bella en realidad, pero Adrián no podía dejar de verla.

-Hola Adrián -Dijo en un momento.

Adrián se quedó sorprendido, no sabía cómo responder ese saludo. Lo único que pudo hacer tímidamente fue balbucear un poco, pero no dijo nada más para no interrumpir la clase. En su cabeza las ideas se entrecruzaban, se golpeaban entre sí, ya no prestó más atención a la clase, algunas cosas escuchaba, ideas sueltas, pero ¿de dónde lo conocía esa chica?, ¿era economista o ingeniera? ¿se habrían visto en la facultad?, pero, sabía su nombre, ¿cómo podía saber su nombre si solo lo había visto? Nunca fue famoso en la facultad o en el programa, así que no era muy conocido. No podía evitar sentir vergüenza por no recordarla, tampoco sabía cómo hablarle, cómo abordarla.

El profesor anunció que tomarían un descanso y la ansiedad se apoderó de él, obviamente estaba obligado a hacer algo, acercarse de alguna manera. Salió antes que todos para ir al baño, cuando volvió ella estaba ahí parada, como esperándolo. Adrián se acercó, solo se paró junto a ella y ella sonrió como respuesta.

-Disculpa, no sé tu nombre – se atrevió a decir Adrián.

-No pasa nada – dijo ella- Me puedo llamar como tú prefieras.

Adrián sonrió.

-Estefanía, me suena que te llamas así -Respondió tratando de entrar en el juego.

Ella se giró y extendió su mano.

-Mucho gusto, Estefanía.

Adrián tomó su mano y la apretó en una combinación de firmeza y delicadeza a la vez, no quería soltarla, no podía soltarla.

La relación creció más rápido de lo que esperaban. Compartían mucho tiempo juntos, pasaban las noches en vela. Adrián la hacía ir a escondidas a su habitación. No había hablado de ella con nadie, pero eso no impedía que ya hubiera hecho muchos planes en su cabeza, sin duda ella le cambiaría la vida. Se imaginaba teniendo una familia, trabajando como economista, pensaba que quizá podría hacer también un doctorado con ella, en el exterior, en un lugar lejano, después de todo su belleza no era propia de este país. Todo era mágico, pero claro, solo habían pasado unos cuantos meses.

En clase, un día, de la nada, el profesor hizo un comentario.

-Veo que encontraste el amor de tu vida- Algo así, no estaba prestando mucha atención por estar hablando con Estefanía.

Los compañeros se rieron, todos lo habían notado.

  • ¿Por qué no nos cuentas cómo van? – agregó el profesor.

Le parecía muy raro hablar de ello frente a todos. Pero se atrevió a contarles sobre los dos. Estefanía solo lo miraba fijamente y sonreía. De repente todos empezaron a hacerle recomendaciones, cómo debería ser la relación, la manera de que creciera, le hacían advertencias, muchas cosas que lo incomodaban mucho. Adrián miraba a Estefanía y ahora su sonrisa de picardía parecía de maldad, muchas malas sensaciones le pasaron por el cuerpo.

Y así fue, las advertencias empezaron a volverse problemáticas. Una vez decidió hablarle a sus amigos y familia sobre ella, todos seguían diciendo cosas incómodas. Las dudas se apoderaron de su cabeza, ¿podría ser que Estefanía no fuese lo que él pensaba? Empezó a sentir que su relación no avanzaba, las noches en vela junto a ella ya no eran tan agradables. Ya no tenía claro de dónde había salido, ¿por qué se sabía su nombre? Se había hecho demasiadas ilusiones, había hecho muchas promesas, ella respondía a todo que sí, pero luego se resistía. Estefanía desaparecía por unos días, no iba a clase y tampoco lo visitaba en casa. Adrián no la buscaba, sabía que era lo que debía hacer, pero se resistía. Por momentos quiso que desapareciera. La amaba, era lo que él quería para su vida, pero en ocasiones hubiese preferido que no existiera, ¿por qué decía eso? Se sentía mal solo al pensarlo.

En una clase supo que su profesor había conocido a su pareja en la maestría y que había seguido trabajando con ella en todo lo que hacía, por lo que pensó que era buena idea hablar de lo que estaba pasando con él. Sin embargo, el profesor lo llenó de más dudas.

  • ¿De dónde había salido?, ¿A dónde pensaba llegar con ella?, ¿por qué tantas incoherencias?

La charla con el profesor solo sirvió para confundirlo más. Una noche estaba pensando en ella mientras miraba al techo. Llevaban casi dos meses sin verse, se supone que pasarían vacaciones juntos en la playa como lo hicieran ese primer semestre, pero nunca se vieron y ella tampoco fue a las primeras clases. Pero esa noche, esa noche entró por la ventana, como aquellas otras noches cuando nadie sabía de ella. Adrián sintió una felicidad profunda en su pecho, la amaba y no podía negarlo. Una sonrisa grande se dibujó en su rostro. Estaba tan bella como la primera vez que la vio, pero había algo diferente, algo había cambiado. Las cosas ahora serían mejores, Adrián estaba seguro de ello.

Pasaron la noche juntos, como antes. Se entendieron mejor que nunca, todas las ilusiones volvieron y con ella la felicidad que le producía. Pero no por mucho.

Estefanía se volvió agresiva, lo empezó a hacer sentir inseguro. Era tan profunda y tan inteligente que parecía que Adrián no la merecía, que nunca podría entenderla. Con o sin ella, Adrián no dormía. La relación se volvió a estancar, ahora eran agresivos el uno con el otro, los sueño juntos parecían pesadillas. En clase lo seguían presionando, el profesor ya no quiso darle más consejos y Adrián ya tampoco iba a clase. Le faltaba tan poco, solo unos cuantos meses, pero no pudo más. En una noche terrible, en una discusión estruendosa que nadie escuchó Adrián la sacó por la ventana, por el mismo lugar por el que había vuelto. Nunca la volvió a ver, nunca terminó la maestría tampoco, volver a clase implicaba pensar en ella.

Adrián no imaginó ser parte de una relación tóxica, pero qué esperaba, él era ingeniero químico y nadie nunca le enseñó cómo tener un amor tan profundo con una economista.

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