Por: Luis Felipe Navarrete Echeverría
La lengua como sistema tiene una organización que implica, en su abordaje, la descripción de las reglas en contexto; por su lado, el discurso desborda estas reglas de uso de la lengua, involucrando las circunstancias en las que se inscriben las prácticas comunicativas, implicando las identidades y lugares de enunciación de los participantes, así como las características del vínculo, las intencionalidades y prácticas que engloban, “las maneras de decir”. En la caracterización del discurso informativo, se distinguen las condiciones situacionales (referidas a características recurrentes) y las condiciones enunciativas (elementos base que orientan la finalidad de la producción lingüística).
La construcción del sentido del discurso implica un reconocimiento del otro (receptor) referido a su saber, a los tipos de relación que se configuran frente a éste y las intencionalidades que se prevén sobre ese otro: Charaudeau denomina este proceso como la transacción que concreta los marcos de intencionalidad en que se produce la relación. Esto se apoya en cuatro principios:
- Alteridad: establecimiento de una relación de reciprocidad no simétrica entre locutor e interlocutor.
- Influencia: la relación está determinada por propósitos que orientas una finalidad en sí.
- Pertinencia: consolida la finalidad de la relación
- Regulación: permite la distribución y el papel de los actores en el proceso.
Teniendo en cuenta que el proceso de transacción centraliza (el reconocimiento) el marco de intencionalidad, el autor aborda discursivamente la información como un acto en el cual se moviliza un saber que, en principio, uno de los actores posee y el otro no: este último debe verse interpelado, modificado por en la recepción de ese saber, desde el proceso de interpretación: de esta manera queda claro que el proceso de transacción hace posible el proceso de transformación desde el cual se configura sentido en una lógica de intersubjetividad.
En esta mirada discursiva de la información, el proceso requiere tener en cuenta al otro, por lo cual la construcción de la realidad esta determinada por la relacionalidad. De allí que la transacción se dinamice a partir de la organización de la información proyectada en la situación de intercambio que articula tres condiciones: la ausencia del saber que caracteriza al otro, el proceso de transmisión del saber y el uso que el otro dará a éste.
El saber que se dinamiza en esa transacción, puede estructurarse inicialmente desde la actividad seleccionada de la experiencia, a través de la descripción, la narración o la explicación, que activan los sistemas de interpretación que hacen posible los procesos de significación. El autor expone como el saber se bifurca en dos sentidos formando:
- Categorías de conocimiento: el observador se vuelca su mirada hacia el mundo. Se sustentan en procesos racionales, haciendo del mundo algo comprensible, estableciendo caracterizaciones, distinciones, jerarquías, grupos y categorizaciones que permiten ordenar. Se parte de la experiencia y la observación de las condiciones materiales, se experimenta con la prueba y el error y se establecen elementos recurrentes, desde las cuales se extiende las explicaciones de los fenómenos. Se elaboran formas, taxonomías, criterios. En la caracterización de esta forma de saber, se concreta: conocimiento existencial (ubicación y descripción de la realidad empírica, las condiciones tangibles, situadas, con propiedades que detallan su facticidad). Conocimiento evenemencial (se detalla el acontecimiento, que modifica el estado de la realidad, requiere del consenso para hacer sólida la representación; permite “ver lo que ocurrió”). Conocimiento explicativo (apunta a porqué, el cómo y la finalidad de los acontecimientos; desde la razón, se exponen las pruebas de los acontecimientos)
- Categorías de creencia: el observador vuelca la mirada hacia sí mismo. Implica la mirada subjetiva y se sustenta en la evaluación y apreciación de la realidad, que sirve de base para la consolidación de “normas” o justificación de comportamientos, que hacen que algo sea (o no) plausible a nivel social y se vinculan a sistemas de valores.
En relación a estos saberes, el autor reconoce la relevancia de los efectos de la verdad (diferenciados del valor de la verdad) y como estos facilitan la relación del hombre con el mundo, en una dinámica que involucra la verdad y la creencia como configuradores de sentido de la sociedad: La verdad se sostiene en la creencia de su alcance. Esto incide sobre la relación y motivos de la información. El receptor cree en la validez del saber del emisor, condición que exigen detallar o indagar sobre las condiciones de la relación comunicativa que exige pensar no solo en las condiciones del otro como receptor, sino también en la “identidad de quien proporciona la información”.
Este aspecto de caracterización del emisor, del poseedor del saber, hace que, precisamente, aspectos como su lugar de enunciación, su posición social, la representatividad que expresa tenga incidencia sobre el valor de lo que transmite.
Frente a esto, Charaudeau señala que el informador es: notorio (identidad genera representatividad y carga lo que informa), es testigo (desplegará lo que ha odio y visto), es plural (evidencia de diversas fuentes; la convergencia apoya la credibilidad o la apertura de diversos puntos de vista), es organismo especializado (puede obtener beneficios y su saber representa una legitimidad). Se agrega además el grado de compromiso del informador (tomando partido por el valor de la verdad, asumiendo un rol parcial), acción que aumenta si no explicita su compromiso, pues le revierte de una aura de neutralidad, diferente a si explicita su compromiso, lo cual paradójicamente, más que reforzar el valor de lo que dice, es asociado a elementos de subjetividad o recarga a una posición)
En relación a esto, cobra relevancia las pruebas de la veracidad de la información, que, como respaldo, apoyan las representaciones de grupos sociales, para lo cual debe ser: a) reconocible para todos, b) apropiada para todos y c) objetivable y reconocida por los demás, condiciones que operan en pro de dar cuenta de la autenticidad, verosimilitud y explicación de lo que se informa.
Si bien, la información establece una relacionalidad que modifica al otro, se ve condicionada por las características de enunciación, así como de los saberes y dinámicas del mismo que circulan en el tejido discursivo y representan la posibilidad de transformación del otro, desde la representativa de quien construye ese saber y la manera en que el saber se vuelve significativo en la representación del otro.