Reseña: Análisis Crítico del Discurso, Norman Fairclough

William Garibello Saénz, MAI 2

El capítulo “Análisis crítico del discurso” de Norman Fairclough busca definir el análisis crítico discursivo (ACD), al igual que exponer y ejemplificar el procedimiento correspondiente a dicho acercamiento metodológico en función del análisis crítico social. Para esto, Fairclough parte de definir el análisis crítico social en tanto práctica compuesta por un aspecto normativo (es decir, que se preocupa por los valores dados de una sociedad) y un aspecto explicativo (es decir, que no solo procura entender las realidades sociales, sino también los marcos relacionales y causales que las posibilitan y sustentan). Fairclough, desde Marx, sostiene que una crítica normativa es insuficiente si se quiere generar repercusiones sociales concretas, por lo que la dimensión explicativa, al dar a entender causal y contextualmente las problemáticas a tratar, permite determinar soluciones específicas para dichos problemas sociales.

Ahora bien, que los objetos de estudio del análisis crítico social sean a su vez de carácter material y semiótico también implica una preocupación por parte del analista respecto a la relación entre estas dos cualidades del objeto de estudio, relación netamente discursiva y que hace necesario un acercamiento transdisciplinar, en el que se involucren tanto campos de estudio que respondan al carácter material como aquellos que apelen a sus cualidades semióticas para dar cuenta de la complejidad plurifacética del objeto en cuestión. Esta transdisciplinaridad, más que una simple amalgamación de campos de estudio, da como resultado un espacio en el que es posible crear teorías y metodologías nuevas, capaces de interactuar con los objetos de análisis creados en la crítica social.

A continuación, Fairclough adelanta una versión de ACD enfocada no solo en los discursos (“semiosis”), sino también en la forma en que estos interactuan al interior del ámbito social, enfocándose particularmente en dos tipos de relaciones: entre estructuras y acontecimientos, y entre la semiótica y otros elementos, aclarando que esta última es dialéctica, pues implica una interiorización de los discursos con que se relacionan los elementos sociales. Fairclough identifica tres formas en que la semiosis se relaciona con estos elementos, cada una correspondiente con una de tres categorías semióticas: géneros, que corresponden al aspecto formal que toma una interacción; discursos, refiriéndose a las formas en que diferentes grupos sociales construyen aspectos físicos o sociales del mundo; y estilos, que son aspectos semióticos más performativos o, dicho de otra manera, las posibles formas de ser. Las configuraciones específicas de estas tres categorías semióticas en conjunto son llamadas órdenes discursivos.

Fairclough también explica en este punto que es posible recontextualizar un discurso en otras instituciones o campos sociales, ya sea por medio de un proceso de “colonización” o de “apropiación” discursiva, y pueden operacionalizarse, es decir, ejercerse de forma concreta en una realidad social.

En cuanto a la metodología propuesta en el texto, esta se entiende como el proceso por medio del cual se construye el objeto a estudiar, anteriormente caracterizado por su naturaleza transdisciplinar. La propuesta metodológica expuesta por Fairclough sigue cuatro etapas basadas en la crítica explicativa de Bhaskar. La primera etapa busca identificar una problemática social, determinar las disciplinas pertinentes para su tratamiento y crear un objeto de análisis correspondiente a partir del relacionamiento transdisciplinar resultante. En la segunda etapa, el analista determina los obstáculos a combatir para sobrevenir la problemática identificada anteriormente; esta etapa implica el análisis del orden social y discursivo, al igual que de diferentes textualidades relevantes al problema en cuestión (aquí se entiende ‘texto’ no solo como el texto escrito, sino de forma más amplia como “la dimensión semiótica de los acontecimientos”). La tercera etapa indaga si la problemática tratada es intrínseca al orden social, si puede atenderse al interior de este o si haría falta afectar el orden social mismo para repercutir en el problema.  Finalmente, la cuarta etapa propone vías de acción para sobrevenir los obstáculos identificados en la segunda etapa, basándose en los análisis textuales y del orden discursivo para encontrar posibilidades de acción que permitan combatir la problemática.

Esta metodología, si bien está estructurada en etapas que sugieren una progresión ordenada, puede tratarse de forma retroactiva: Fairclough invita al investigador a interrogar las decisiones, conclusiones y presupuestos que tuvieron lugar a lo largo del proceso crítico en la medida que este avanza, regresando a etapas anteriores con el fin de reexaminar el trabajo realizado en luz de lo que las instancias posteriores del análisis pueden aportar para expandir la comprensión de problemáticas y obstáculos.

Fairclough llama este enfoque, en el que se va desde la crítica discursiva hasta la proposición de soluciones concretas, “argumentación dialéctica” y ejemplifica su metodología con un análisis de la recesión económica británica de 2008 en el que determina sus principales factores, su relación con la realidad social en que se enmarca y posibles soluciones sustentadas en el análisis previamente expuesto.

Finalmente, el autor señala la necesidad de adaptar esta metodología a los objetos específicos que se quieran analizar pues, si bien se describe de forma general una estructura metodológica, los aspectos específicos de esta solo pueden ser dados por el objeto mismo y sus circunstancias. 

El texto de Fairclough expone una propuesta metodológica cuyo principal atractivo recae en la promesa de lograr cambios sociales que puedan mejorar significativamente las vidas de las personas, respondiendo de algún modo a la antigua crítica que ha atormentado al mundo académico desde tiempos inmemoriales: la torre de marfil del intelectual, la distancia entre él (y, por extensión, su obra) y las esferas sociales de mayor dimensión, en donde suelen residir los malestares sociales que la metodología expuesta en este texto busca tratar.

Ahora bien, incluso cuando el texto propone una estructura metodológica por medio de la cual se puede llegar a soluciones para problemáticas complejas por medio de una ponderación dialéctica, la efectividad final de este proceso sigue limitada por lo plausible que puedan llegar a ser estas vías de acción en realidades sociales donde el mismo campo académico (donde se originan las soluciones) tiene una agencia cuestionable.

El reto aquí es crear espacios por medio de los cuales el analista crítico tenga agencia en diferentes esferas (en la esfera política o la económica, por ejemplo), aunque esto puede resultar difícil sobre todo en los espacios más significativos y de mayor poder, donde comúnmente el interés por el bienestar social, el cual se encuentra en el centro de la propuesta de Fairclough, no es el motor principal de las acciones realizadas.

Por otro lado, la ejecución de soluciones para problemas sociales sometidos al análisis dialéctico de Fairclough podría tener más éxito de ser aplicada a realidades sociales de dimensiones más reducidas a la expuesta en el ejemplo que ofrece el texto: sanar malestares sociales en una comuna o una comunidad más reducida seguramente se vería, en muchas instancias, menos obstaculizado.

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